También las casas hablan. Hablan estas paredes, esos muros, vigas y 
ventanas. Habla la podredumbre que la acecha. Ese caserío que antes fue 
un precioso molino y una panadería, que llenaba de alegría a sus gentes,
 olor a harina, a pan recién hecho, a picos trenzados, olor de 
magdalenas calientes en semana santa y pascuas. Ha pasado el tiempo. 
Quizás no demasiado tiempo, y sin embargo, ya clama al cielo su alma 
desvencijada
 
 
 
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